NELSON MANDELA

LA MUERTE ES ALGO INEVITABLE.
CUANDO UN HOMBRE HA HECHO LO QUE ÉL CONSIDERA COMO SU DEBER PARA SU PUEBLO Y SU PAÍS, PUEDE DESCANSAR EN PAZ. CREO QUE HE HECHO ESE ESFUERZO Y QUE, POR TANTO, DORMIRÉ POR TODA LA ETERNIDAD

AL DIABLO LA MUERTE

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MIENTRAS LA VIDA NOS DURE

BORGES

¿Qué es la vida? ¡Una maldita cosa detrás de otra!

GUIA CEMENTERIO SANTA ISABEL

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VITORIA-GASTEIZ

GUIA CEMENTERIO LA RECOLETA

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jueves, 12 de diciembre de 2013

LOS FUNERALES DE ISADORA DUNCAN

A esta hora están quemando en el Columbarium de París un cuerpo natural. Mientras cuarenta mil unidades de la Legión Americana, desfilan del Arco de Triunfo al Hotel de la Ville, están a esta hora quemando en el cementerio del Pére Lachaise, las últimas falanges y los postreros carpos del cuerpo, mediano y regular, de Isadora Duncan. Suenan, por el anverso de la vida, del lado de los cow boys, vencedores de Verdun, bombos de primera y tibias bárbaras y resuenan, por el reverso de la vida, del lado de la artista caída, las sinfonías de duelo de Chopin y de Beethoven. La orquesta de Valvé está a esta hora acompañando el cuerpo de la mujer más rítmica del mundo a danzar, entre las llamas verdaderas, el número más rojo y más cordial de las esferas. Raf Lawton ejecuta luego el Concierto en Re de Bach...
Son los funerales, castos y sonrosados, de Isadora Duncan. La pira griega recibe alegremente un leño antiguo, familiar por la estatura, rico en esencias combustibles. Son los funerales, castos y dionisíacos, de Isadora Duncan.
Al resplandor del fuego en que ahora esta ardiendo el cuerpo, humano y regular, de Isadora Duncan, vemos con nuestros ojos, humanos, regulares, que es carne y nada más cuanto ha sido la bailarina de los pies desnudos. Ni figura de los vascos griegos ni estatua de Tanagra. Ni velos ligeros no arabescos. Tampoco bajorrelieve antiguo ni la musa que juega a los huesecillos, obre los arenales de Salamina. La bailarina de los pies desnudos fue sólo carne viva, acto caminante y orgánico del universo. ¿A qué más sino a carne puede aspirar el ritmo universal? La más dinámica estatua del friso más perfecto, no vale en euritmía una corriente de sangre que riega la segunda cabeza de un monstruo de carne y hueso. Y en Isadora Duncan fue la carne más carne, el hueso más hueso, el dolor más dolor, la alegría más alegre, la célula más dramática: todo para violentar la inquietud del ser humano y para hacer la vorágine vita más dionisiaca.
Isadora Duncan fue la bailarina más grande de la época y la mujer más trágica de todas las mujeres. "La prodigiosa aventura de esta joven americana -dice André Levison- misionera de una estética nueva, no admite rival en la historia de la danza y aún del teatro. La venida al mundo de Isadora Duncan fue la realización de uno de esos sueños que a menudo consuelan a los hombres, en las horas sombrias de la historia: el retorno a la edad de oro, la promesa del paraiso recuperado, en fin, aquel estado de la naturaleza" que Juan Jacobo Rousseau había imaginado. Ella venía a liberar al instinto de las trabas que le opone la civilización y a hacer triunfar la emoción espontánea de la convención razonada". Y Fernand Divoire añade refiriéndose a la vida circunstancial de la artista: "De verdad, Isadora Duncan, para todos los que la conocieron, estaba desde hacía tiempo muerta. Esta mujer, cuya voluntad y aspiración no fueron sino un inmenso impulso hacia la belleza, hacia la Libertad y hacia la Juventud, había visto quebrarse de un solo golpe todas las fuerzas de su vida, el día que un automóvil cayó en el Sena, ahogando sus tiernos hijos, Patrick y Deardree. Desde aquel día, la vida de la Gran Bailarina no fue más que un suicidio largo, voluntario y tenaz..."
Estos dos párrafos de Divoire y Levison sintetizan lo que ha sido Isadora Duncan: la creadora de la danza moderna y la mujer drámatica por excelencia. Norteamericana de San Francisco, penetró en el espíritu dionisíaco de la danza pagana, bailando al pie del mismo Acrópolis. Al presentarse, por primera vez, en París, en 1903, predicó toda su estética en estas breves palabras: "Lo que es contrario a la naturaleza no es bello". Su aparición en el Theatre Sarah Bernhardt revolucionó la plástica y el movimiento académico. Casó con Mr. Singer, el célebre fabricante de máquinas de coser. Atacó, en la persona de las bailarinas de corset a todo lo que es artifício elaborado. Dirigió a Maeterlinck una carta, invitándola eabrupto a crear con ella un hijo, que tuviese el genio de sus dos procreadores. Bailó por primera vez lo que antes se creyó que no era bailable: las sonías de Beethoven, de Brahms y Chopin y los lieder de Wagner. (Yo la ví en su último recital del Teatro Mogador, en julio de este año, bailar -con ya moribundo brillo- la Sinfonía Inacabada de Schubert y Tannhauser). Luego viajó por Viena, Berlín, Budapest, Moscú, donde se casó con Sergio Essenin, el poeta comunista, que después suicidóse en 1925. Todos sus hijos perecieron ahogados en el Sena. Murió ahorcada por un velo, recorriendo en automóvil y a ciento veinte caballos de fuerza, la luminosa Costa Azul, una tarde de estío de 1927. Su cuerpo, envuelto en una túnica violeta, fue quemado en el Columbarium de París, entre lises, rosas y margaritas y a los sones de un coro de canéforas. Biografía, como se ve, digna de una tragedia de Esquilo.
Isadora Duncan acaba, de este modo, en un poco de humo lígero y otro poco de ceniza. Pero la tierra retiene para siempre el latido de sus pies desnudos, que ritman el latido de su corazón.
Texto sacado de César Vallejo "Las novias de Paris" Ediciones de La Idea. Madrid. 1987.

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